JJOO 2010: ¡Showtime!

Por Carola Calello
Especial para SKI CENTRAL


En vísperas de los Juegos Olímpicos, no puedo dejar de recordar todos aquellos momentos vividos. Muchas veces me pregunté “¿Cómo cuento todo esto?”, pero nunca encontré las palabras correctas para poder describir tales emociones. Ser OLIMPICO significa ser deportista desde lo más profundo del corazón, amar a tu deporte y todo lo que ello conlleve.


Participar en los Juegos Olímpicos es para un atleta algo único. Cuando se entra al estadio olímpico, portando la bandera argentina, mirando a todas aquellas personas que están presentes para verlo a uno, los aplausos, la emoción, las banderas, los gritos... Es realmente algo inexplicable.
Vivir en la Villa Olímpica durante dos semanas con deportistas de todos los países, de todos los deportes, y poder vivir casi con ellos los logros de quienes ganaron medallas o estuvieron cerca es genial! Es un intramundo único! Recuerdo en Lillehammer 1994 que compartíamos el Playroom con el equipo jamaiquino de bobsleigh, aquellos en base a quienes se hizo la famosa película Cool Running (Jamaica bajo cero). El espíritu y la alegría que emanaban eran increíbles! Después vi la película y sentí que conocía un poco mejor parte de aquella increíble historia.
Las experiencias de Nagano 1998, en donde fui la única participante en esquí alpino, fueron también increíbles. La villa olímpica era hermosa, teníamos desde banco, hasta peluquería, salón de belleza, gimnasio, tiendas... muchísimas cosas! A cada participante nos daban una bicicleta para que nos pudiésemos mover dentro de la Villa, desde ir a cenar, hasta al gimnasio.
El comedor es un ámbito de amistad, con mesas donde uno puede elegir sentarse y comer solo, o compartir con otros atletas. Las amistades que se generan y las historias que se comparten no tienen precio. La organización había cuidado cada detalle y podías encontrar comida de casi todos los continentes, para todos los gustos. Hasta teníamos un McDonalds adentro para nosotros!
En los países organizadores de los Juegos Olímpicos, la comunidad participa mucho. En Lillehammer, en cada habitación, sobre cada cama, había colgado de la pared un dibujo hecho por un niño de una escuela noruega. Cada cama tenía su dibujo propio, con un saludo del autor y su dirección de correo (el email aún no estaba tan a full como ahora!!). Mantuve contacto durante muchísimo tiempo con “mi pintora personal”, que resulto ser una niña de Oslo, con quien durante 6 años no dejamos de escribirnos.
En Nagano nos entregaron una bolsa que contenía un video, donde también niños de una escuela de Tokio nos mostraban como era un día de ellos. También tenía pinturas con escrituras en japonés y demás objetos únicos de Japón, con una etiqueta pequeña que explicaba el significado de cada uno.
Si tuviera el tiempo y espacio, podría seguir contándoles por horas lo que es vivir en la villa olímpica. Porque cada momento es único, como también lo es el participar en cada carrera olímpica, pero eso quedará para compartirlo en otra oportunidad. Muchos de los recuerdos permanecen en la intimidad del equipo que en ese momento formamos parte de ese sueño que se nos hizo realidad.
Sin duda, cierro los ojos y aún puedo sentir todo el calor de los Juegos Olímpicos de Invierno...
(Más información: www.carolacalello.com.ar)

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