[Experiencia SKI CENTRAL] Valle Nevado, ski del otro lado de la Cordillera
Placer a pie de pistas en Valle Nevado (Cecilia Profético/Clarín) |
(Nota escrita y producida por SKI CENTRAL, a raíz de la invitación de Valle Nevado, y publicada originalmente en el diario Clarín)
Llegamos desde Santiago en apenas una hora de camioneta (real, aunque sin tráfico), con el ánimo siempre dispuesto a derribar mitos. Pero es una tarea ardua si se llega en el ocaso del día. El cielo sobre la Cordillera de los Andes es un arco iris desordenado, mientras quienes disfrutaron de la montaña bajan el cambio que metieron durante el día y, al ralente, gozan de una de las bondades de la hotelería del lugar: la pileta climatizada exterior con barra de tragos, que también se dejan beber alrededor de un fogón de Babel, con brindis recurrentes y multiculturales.
Al día siguiente, aunque omnipresente el sol se hace desear tras las altas cumbres. Desde temprano, el Rental de ski y snowboard funciona como un box de fórmula uno y en pocos minutos uno ya está equipado, casco incluido, para salir a las pistas. Y si hasta entonces todo ha sido bueno, acá empieza lo increíble.
Una inmensidad blanca para disfrutar |
Desde el hotel el dominio esquiable se ve inmenso, y el valor a veces intangible del ski in/out en Valle Nevado genera que uno se sienta esquiando antes de atravesar sus puertas.
Salimos y nos deslizamos por debajo de la telecabina Góndola, que sube desde el estacionamiento destinado a quienes vienen por el día, hasta llegar a la famosa Andes Express, icónica por ser la única telesilla cuádruple de alta velocidad y desembragable (desacelera drásticamente para subir y bajar) de Sudamérica.
La Góndola, característica del Valle (Cecilia Profético/Clarín) |
En el tercio superior de la montaña, los cañones de fabricación de nieve artificial funcionan a pleno. “Lo que abunda no daña”, reza el Chino Vázquez, instructor de la Escuela de Ski y Snowboard y verdadera leyenda del lugar, que nos acompaña a conocer el resort.
Momia, la pista negra que arranca desde el retorno de Andes, nos termina de sacar la modorra y nos deja listos para explorar las restantes 39 pistas, que están impecables: compactas y rápidas tras el trabajo nocturno de las Pisten-Bully, las máquinas pisa-nieve. Hay pistas para todos los gustos, en porcentajes parejos para que tanto experimentados, como intermedios y principiantes tengan variedad para elegir.
Las colas en los medios no existen en Valle Nevado (Cecilia Profético/Clarín) |
Sin colas en los medios de elevación, a mitad del día ya hemos recorrido buena parte de las laderas, incluso las que se orientan hacia el cerro Tres Puntas, y perdemos la cuenta de la cantidad de bajadas que hicimos. En una de las tantas, el Chino nos lleva por una pista en la que “el gran Alberto Tomba entrenaba slalom durante sus visitas a Valle Nevado”, y que técnicamente no es tan exigente: lo que en cambio nos saca el aliento es contemplar, desde los casi 3500 metros de altura, los valles y picos andinos. Esto es el esquí. Y el snowboard, por supuesto. Y acá ambos se practican a lo grande.
La Cordillera en su esplendor |
Tanta emoción nos despierta un hambre voraz y deliberamos dónde almorzar: si en Bajo Zero, el parador de montaña, u otra de las siete ofertas gastronómicas que se reparten entre los tres hoteles a pie de pistas. Elegimos el Valle Lounge, más distendido y rápido para el mediodía, sin sacarnos siquiera las botas -aunque la alternativa es válida para quien lo desee-.
El Valle Lounge: almorzar sin perderte el paisaje |
La tarde trascurre feliz; con Santi hacemos algunas repeticiones en Diablada, una pista -roja- ancha y con una suave contrapendiente que permite trabajar muy bien los gestos técnicos… O simplemente disfrutarla.
La última bajada la reservamos para encadenar las pistas Retorno Alto, Medio y Bajo, que atraviesan todo el filo hasta desembocar en el Hotel Valle Nevado, entregando como postal destacada del día a la inminente cálida civilización enclavada en medio de la cordillera.
Después de una cena de lujo y antes del descanso para otra gloriosa jornada de ski “hay tiempo para un poco de música en vivo”, convoca Bea, nuestra anfitriona. Y un martes cualquiera, después del café, uno se puede encontrar a Ricardo Margulis, gerente general de Valle Nevado, cantando con banda de rock and roll unos ochentosos hits ad hoc en el pub del lugar, para terminar de redondear ese ambiente familiar y de bienestar que se percibe a cada paso. Y acaso en cada esquiada.
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