Steamboat, un combo irresistible para esquiadores
Es uno de los centros de esquí de Colorado. Se destaca por la excelente calidad de la nieve, el clima y sus 169 pistas.
Roberto Escardó / Especial para Clarín

Hay muchos racionales por los cuales uno puede elegir un centro de ski: en general, cantidad y calidad de nieve están primeros en la lista, y le siguen variables del tipo destino familiar, alojamiento cerca de las pistas y un corto pero insoslayable etcétera. Si a un par de esas condiciones clave se le agrega que sea un lugar con un ámbito e historia singular, el combo resulta irresistible.
Eso pasa con Steamboat, uno de los resorts más legendarios de Colorado, un estado de los EE.UU. que es destino de esquí por excelencia.

Porque, ¿qué hace en definitiva que uno se enamore de un centro de ski? Hay, según descubrimos en Steamboat, un intangible que está a la par de los más altos fundamentos propios de la actividad, y es la cultura del lugar. Conocida como la única “ciudad de ski” (ski town) del país, esto es real porque sus habitantes así lo viven y sienten. Se puede decir sin exagerar que todos los residentes de Steamboat Springs (la ciudad) y alrededores son verdaderos embajadores del centro de ski. Sin perjuicio de que ejerzan un rol muy o apenas relacionado con el resort, todos son eventuales guías turísticos, divulgadores de la historia del lugar (“95 nacidos y criados aquí han sido atletas olímpicos de invierno y contando”) e influenciadores sobre qué pistas entre bosques probar y cuál refugio de montaña es el que tiene más onda.
Amor a primera vista
Es difícil no enamorarse de este ambiente cuando, además, el “storytelling” creado en torno al centro de ski hace que uno se sienta como en medio de una legendaria película “western”, con la estatua del cowboy esquiador en el epicentro del acceso a los medios de elevación y con pistas para los más chicos en las cuales se van metiendo por entre casitas de madera con letreros de “Saloon”, “Sheriff”, y más allá la carpa de los indios.

Pero es verdad que el éxito de cualquier combo depende de que la materia prima sea de excelencia, y en Steamboat eso no falla. El resort es uno de los que recibe mayor cantidad de nieve cada invierno en la región: un tremendo promedio de 8 metros de nieve precipitada (casi un edificio de tres pisos) a lo largo de la temporada. A la par está la calidad; las bajas temperaturas -el termómetro no sube de bajo cero a lo largo de varios días de febrero- y la escasa humedad del aire hacen que la nieve se mantenga seca y en polvo durante los días posteriores a una nevada.
Resulta toda una curiosidad que ni siquiera los instructores de la escuela de ski -con un staff de 500 integrantes- hagan alusión específica a una u otra pista, pero la explicación es simple: Steamboat tiene nada menos que 169 pistas (a las que se accede por 18 medios de elevación), con lo cual recordarlas es imposible y uno se orienta en la montaña haciendo referencia a zonas: MorningSide (lado de la Mañana), Four Points (Cuatro Puntos), y así.
En cuanto a los costos, otra variable clave para decidir destino, existe una muy buena opción que es la de comprar el Ikon Pass (www.ikonpass.com), que consiste en un pase ilimitado que sirve para éste y varios otros centros de ski: en total son 41 destinos en los EE.UU., Europa, Japón, Oceanía y Sudamérica, a un costo menor de 1000 dólares (cuando el ticket promedio por día de un adulto en temporada alta es de 200). Varias agencias de turismo argentinas especializadas en nieve ofrecen además paquetes con descuentos por grupo familiar.
El aprés ski tiene, por otra parte, una oferta amplísima. Se destacan sin embargo claramente la alta gastronomía (con algunas delicias telúricas como bisonte y ciervo) y otro orgullo local, que son las aguas termales de Strawberry Park.

Para cerrar, dos ofertas propias de Steamboat que son realmente diferenciales: la posibilidad de hacer ski nocturno, varios días a la semana y en un número de pistas más que interesante por variedad y dificultad, y su First Tracks (Primeras Huellas), que consiste en subir bien temprano a la mañana para ser el primero en “rayar” la nieve polvo recién caída o las pistas prolijamente pisadas, con ese deseado efecto corderoy. Servicios que le permitieron a este cronista de la nieve terminar su día de ski un jueves a las 8pm y arrancar al día siguiente a las 8am. Fanatismo al márgen, claro.
Roberto Escardó / Especial para Clarín
Publicación original, diario Clarín (solo edición impresa)

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